Y comernos en cualquier portal, mientras aquel chaval de 15 años mira el reloj impaciente. Impaciente por salir antes de tiempo, para llegar a tiempo.
Y allí fue, donde compartimos besos, miradas y arrumacos. Lugar donde ahora ya no es más que un rincón oscuro y usado. Pero que más da. Yo aun guardo la arena en donde nos solíamos rebozar, mientras, con tan solo la luz de la luna, nos contábamos hazañas y nos reíamos de todos aquellos solitarios desgraciados.
Pero sí, ya es hora de apagar e irnos. Irnos cada uno por nuestro lado, pensando cada uno en qué comer y donde. Pensando en que hacer si algún día nos volvemos a encontrar. Pensando en que volveremos a mirarnos de la misma manera.
Porque lo nuestro es inevitablemente, inevitable.
Démosle un vuelco a lo permanente.
La foto mola mucho!! me gustan tus collares... te sigo!!!
ResponderEliminarhttp://www.adolescenteconhormonasdesenfrenadas.blogspot.com.es/ pásate por el mio!
Un beso!!